sábado, 7 de junio de 2008

CUANDO CLAMAS POR JUSTICIA


Salmo 26

Creo que todos los que somos padres recordamos los reclamos de justicia de nuestros hijos ante un castigo o un permiso negado. Un reclamo con el que nos sentimos identificados, ya en el hogar, en el trabajo, en los deportes, en la escuela. La justicia es una de los más frecuentes reclamos en las relaciones interpersonales. Pues sentimos que se nos debe cariño, reconocimiento, respeto, cuidado, amor, gratitud, equidad.

Pero, realmente quien de nosotros se siente seguro ante una afirmación como la del verso 1: “pues he llevado una vida intachable”; de inmediato salta la pregunta, ¿qué clase de vida has vivido? Santiago Creel ha estado en los titulares de los periódicos porque había mantenido en secreto a su hija Constanza. Una vida privada que no se le conocía. Cada uno de nosotros tiene una vida pública y una vida privada, algunos, una vida secreta. ¿Qué clase de vida has estado viviendo?

Entonces, al examinar nuestra vida con la palabra nuestra oración se vuelve un clamor: “purifica mis entrañas y mi corazón” (vs. 2)

En el salmo sobresalen dos criterios de integridad
Las amistades (vs. 3-5)
3 Tu gran amor lo tengo presente, y siempre ando en tu verdad. 4 Yo no convivo con los mentirosos, ni me junto con los hipócritas; 5 aborrezco la compañía de los malvados; no cultivo la amistad de los perversos.

La limpieza espiritual (vs. 6-8)
6 Con manos limpias e inocentes camino, Señor, en torno a tu altar, 7 proclamando en voz alta tu alabanza y contando todas tus maravillas. 8 Señor, yo amo la casa donde vives, el lugar donde reside tu gloria.

Al terminar de leer este salmo, para orar con el Señor Jesús este salmo, confiamos en que podemos decir con el salmista “tengo los pies en tierra firme” (vs. 12)

CUANDO TE SIENTES ABANDONADO POR DIOS


Salmo 22

Tocar fondo es aterrador; nos sentimos absolutamente solos y vulnerables ante las amenazas de quienes siendo amigos cercanos, ahora son feroces enemigos. ¿Que será cuando en ese fondo también sentimos que Dios está muy lejos de nosotros, no nos escucha y nos ha abandonado? Es un sentimiento de vacío y soledad extrema que no le deseamos a nadie.

1 Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? Lejos estás para salvarme, lejos de mis palabras de lamento. 2 Dios mío, clamo de día y no me respondes; clamo de noche y no hallo reposo.
Hay una historia en la que podemos encontrar sentido a nuestro presente. Aún en la peor de las angustias, la historia nos recuerda que Dios ha estado con los nuestros.
3 Pero tú eres santo, tú eres rey, ¡tú eres la alabanza de Israel! 4 En ti confiaron nuestros padres; confiaron, y tú los libraste; 5 a ti clamaron, y tú los salvaste; se apoyaron en ti, y no los defraudaste.
Decirle al Señor como nos sentimos es un descanso para el corazón agobiado.
6 Pero yo, gusano soy y no *hombre; la *gente se burla de mí, el pueblo me desprecia. 7 Cuantos me ven, se ríen de mí; lanzan insultos, meneando la cabeza: 8 «Éste confía en el Señor, ¡pues que el Señor lo ponga a salvo! Ya que en él se deleita, ¡que sea él quien lo libre!»


Dios también ha estado presente en su gestación y en su nacimiento.
9 Pero tú me sacaste del vientre materno; me hiciste reposar confiado en el regazo de mi madre. 10 Fui puesto a tu cuidado desde antes de nacer; desde el vientre de mi madre mi Dios eres tú. 11 No te alejes de mí, porque la angustia está cerca y no hay nadie que me ayude.

Decirle al Señor como vemos a nuestros enemigos es un manera de sabe que enfrentamos y cómo nos ha afectado. El salmista no evade ni oculta su realidad.
12 Muchos toros me rodean; fuertes toros de Basán me cercan. 13 Contra mí abren sus fauces leones que rugen y desgarran a su presa. 14 Como agua he sido derramado; dislocados están todos mis huesos. Mi *corazón se ha vuelto como cera, y se derrite en mis entrañas. 15 Se ha secado mi vigor como una teja; la lengua se me pega al paladar. ¡Me has hundido en el polvo de la muerte! 16 Como perros de presa, me han rodeado; me ha cercado una banda de malvados; me han traspasado[
a] las manos y los pies. 17 Puedo contar todos mis huesos; con satisfacción perversa la gente se detiene a mirarme. 18 Se reparten entre ellos mis vestidos y sobre mi ropa echan suertes.
Clama y no deja de clamar.
19 Pero tú, Señor, no te alejes; fuerza mía, ven pronto en mi auxilio. 20 Libra mi vida de la espada, mi preciosa vida del poder de esos perros. 21 Rescátame de la boca de los leones; sálvame de[
b] los cuernos de los toros.
Y sabe que la fidelidad de Dios le permitirá dar testimonio de su acción a favor del pobre y del afligido.
22 Proclamaré tu *nombre a mis hermanos; en medio de la congregación te alabaré. 23 ¡Alaben al Señor los que le temen! ¡Hónrenlo, descendientes de Jacob! ¡Venérenlo, descendientes de Israel! 24 Porque él no desprecia ni tiene en poco el sufrimiento del pobre; no esconde de él su rostro, sino que lo escucha cuando a él clama.
Su oración, se torna en un a proclamación misionera de alcance mundial
25 Tú inspiras mi alabanza en la gran asamblea; ante los que te temen cumpliré mis promesas. 26 Comerán los pobres y se saciarán; alabarán al Señor quienes lo buscan; ¡que su corazón viva para siempre! 27 Se acordarán del Señor y se volverán a él todos los confines de la tierra; ante él se postrarán todas las familias de las naciones, 28 porque del Señor es el reino; él gobierna sobre las naciones.
Y universal. Ahora el horizonte del tiempo va hacia el futuro. Dios hará justicia.
29 Festejarán y adorarán todos los ricos de la tierra; ante él se postrarán todos los que bajan al polvo, los que no pueden conservar su vida. 30 La posteridad le servirá; del Señor se hablará a las generaciones futuras. 31 A un pueblo que aún no ha nacido se le dirá que Dios hizo *justicia.
¿Cómo vivimos el sentimiento de abandono y soledad, cuando tocamos fondo ante las adversidades de la vida? Lo podemos hacer sin Dios o lo podemos hacer con Dios. Incluso cuando sentimos que él no nos escucha, podemos doblar las rodillas y orar, ser perseverantes a la hora de hacer frente al sufrimiento.

Pero también podemos hacer frente al sufrimiento al vivirlo como parte de nuestro ministerio, como una dimensión sacrificial que a nadie le agrada, que todos eluden, pero que tiene su parte en el camino de Jesús al Calvario.

Podemos orar reconociendo la mano de Dios en el pasado, en nuestra gestación y en lña esperanza de un futuro, en el que él, sin duda, habrá de manifestarse con toda justicia. Nuestra vida no es mas que un pequeño eslabón, en la cadena de un pueblo que siempre ha visto su historia sostenido por la justicia de Dios.

Es un salmo para orar entre aquellos que hoy están en el fondo del abismo

Es un salmo para orar con Jesús, al colgar del madero

¿Cómo estás enfrentando tu dolor? ¿Cómo enfrentamos el dolor como cristianos? Orando, orando con Jesús, orando con esperanza.


CUANDO EL SEÑOR TE COLMA DE BENDICIONES


Salmo 21

La vida no es solo presente. Debemos aprender a mirar en retrospectiva para dar testimonio de las victorias de Dios en nuestra vida; pero solo para eso debemos mirar hacia atrás, porque un hijo de Dios siempre debe mirar hacia delante. David recuerda su pasado y da testimonio de la manera en que el Señor le sostuvo en su trono y le hizo crecer como rey. Mira su pasado de una manera muy diferente a la que lo vivió. Porque el presente a veces nos parece tan difícil de discernir que no alcanzamos a entender como se manifiesta el Señor en sus victorias.

Pero el paso de los años nos enseña a ser prudentes, a fin de no quedarnos callados, cuando de dar testimonio se trata; pero también, los años en oración nos enseñan a no perder piso, olvidando que las victorias se las debemos al Señor. ¿De qué victorias hablamos? Ciertamente militares, pero también deseos concedidos y una larga vida. Pero la prudencia nunca debe convertirse en silencio, ya que el corazón del hijo de Dios ha de regocijarse siempre en el Señor.


1 En tu fuerza, Señor, se regocija el rey; ¡cuánto se alegra en tus *victorias! 2 Le has concedido lo que su *corazón desea; no le has negado lo que sus labios piden. *Selah 3 Has salido a su encuentro con ricas bendiciones; lo has coronado con diadema de oro fino. 4 Te pidió vida, se la concediste: una vida larga y duradera. 5 Por tus victorias se acrecentó su gloria; lo revestiste de honor y majestad. 6 Has hecho de él manantial de bendiciones; tu presencia lo ha llenado de alegría.

El hijo de Dios pone su confianza en Dios y hace de ella un motivo de oración. Ahora, al orar, el salmista sabe que Dios se seguirá manifestando en su vida para protegerlo de sus enemigos y acabar con ellos. Cada persona tiene sus propios enemigos. Y aunque todos compartimos a un mismo enemigo espiritual, la lucha que cada uno de nosotros libra, es solo nuestra. Lo importante es saber que si confiamos en Dios, él se va a ser cargo de cada uno de ellos. Y así podemos hacer de nuestra oración de gratitud por sus victorias, una oración de confesión de nuestra fe en que él se seguirá manifestando de manera victoriosa en las encrucijadas de nuestra vida.
7 El rey confía en el Señor, en el gran amor del *Altísimo; por eso jamás caerá.
8 Tu mano alcanzará a todos tus enemigos; tu diestra alcanzará a los que te aborrecen. 9 Cuando tú, Señor, te manifiestes, los convertirás en un horno encendido. En su ira los devorará el Señor; ¡un fuego los consumirá! 10 Borrarás de la tierra a su simiente; de entre los *mortales, a su posteridad. 11 Aunque tramen hacerte daño y maquinen perversidades, ¡no se saldrán con la suya! 12 Porque tú los harás retroceder cuando tenses tu arco contra ellos.
Que Dios se enaltezca en nosotros
Nosotros lo seguiremos alabando y haciendo mención de las cosas grandes que ha hecho en nosotros
13 Enaltécete, Señor, con tu poder, y con salmos celebraremos tus proezas.

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Pastor de la Iglesia Monte Hermón en México, D.F.