miércoles, 30 de julio de 2008

ANTE LA DESMORALIZACIÓN

Salmo 27

1 El Señor es mi luz y mi *salvación; ¿a quién temeré? El Señor es el baluarte de mi vida; ¿quién podrá amedrentarme? 2 Cuando los malvados avanzan contra mí para devorar mis carnes, cuando mis enemigos y adversarios me atacan, son ellos los que tropiezan y caen. 3 Aun cuando un ejército me asedie, no temerá mi *corazón; aun cuando una guerra estalle contra mí, yo mantendré la confianza.

Ya se avizoran tiempos de crisis. La economía y su impacto en todos los ámbitos en los que nos movemos. Hay enemigos personales; pero hay enemigos que trascienden la relación uno a uno y que afectan la vida sobre el planeta. Dios nos ha dado una tierra que es capaz de sustentarnos, así que cuando hablamos de escasez o carencias, hablamos de pecados diversos, tanto en los que explotan, como en los que son explotados. Nosotros, no podemos desmoralizarnos. Por el contrario, confiamos en Dios porque él es nuestra luz y nuestra salvación y por lo tanto, no tememos.

Ante la crisis la iglesia ora y la iglesia canta. Lo primero, de rodillas, lo segundo, en pie. Con voz firme y corazón bien puesto. La iglesia no se puede amedrentar, no puede dejarse llevar por el temor y mucho menos perder su confianza. Porque nosotros somos lo que somos por la fe.
4 Una sola cosa le pido al Señor, y es lo único que persigo: habitar en la casa del Señor todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura del Señor y recrearme en su templo. 5 Porque en el día de la aflicción él me resguardará en su morada; al amparo de su tabernáculo me protegerá, y me pondrá en alto, sobre una roca. 6 Me hará prevalecer frente a los enemigos que me rodean; en su templo ofreceré sacrificios de alabanza y cantaré salmos al Señor.

7 Oye, Señor, mi voz cuando a ti clamo; compadécete de mí y respóndeme. 8 El corazón me dice: «¡Busca su rostro!»[
a] Y yo, Señor, tu rostro busco. 9 No te escondas de mí; no rechaces, en tu enojo, a este siervo tuyo, porque tú has sido mi ayuda. No me desampares ni me abandones, Dios de mi salvación.
10 Aunque mi padre y mi madre me abandonen, el Señor me recibirá en sus brazos.
11 Guíame, Señor, por tu *camino; dirígeme por la senda de rectitud, por causa de los que me acechan. 12 No me entregues al capricho de mis adversarios, pues contra mí se levantan falsos testigos que respiran violencia.
13 Pero de una cosa estoy seguro: he de ver la bondad del Señor en esta tierra de los vivientes.
14 Pon tu esperanza en el Señor; ten valor, cobra ánimo; ¡pon tu esperanza en el Señor!

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Pastor de la Iglesia Monte Hermón en México, D.F.