miércoles, 7 de mayo de 2008

CUANDO TE SIENTES ASEDIADO

Salmo 17

1Dios mío, atiende mis ruegos, declárame inocente, pues yo no he mentido. 2 Dicta tú mi sentencia, pues tú sabes lo que es justo. 3-5 Tú sabes bien lo que pienso; has venido por las noches para ponerme a prueba y no me encontraste haciendo planes malvados; tampoco digo malas palabras, ni actúo con violencia, como lo hacen los demás. Yo sólo a ti te obedezco; cumplo tus mandatos, y no me aparto de ellos.
La mejor manera de orar es pedirle al Señor que sea él quien nos declare justos. Así lo hace el salmista. Porque ante el juicio de los demás quedaremos mal parados y ante el juicio de nosotros mismos solo atinaríamos a vernos parcialmente. Es un sueño pesado el del salmista, en él vive todos los asedios, es un mal sueño, porque se ve juzgado, perseguido, asechado. ¿Cuál es su oración? ¡Quiero despertar en tu presencia! Que mis enemigos no se salgan con la suya, que no puedan apartarme de tu presencia. Porque los enemigos que asechan buscan desmoralizar para retirarnos de la presencia del Señor.

La victoria de David es su permanencia en la presencia de Dios.
6 Dios mío, yo te llamo porque me respondes. Te ruego que me escuches y que atiendas mis ruegos. 7 ¡Demuéstrame que me amas! Yo sé que tienes poder para salvar de sus enemigos a quienes buscan refugio en ti. 8-9 Cuídame como a tus propios ojos, pues me atacan los malvados; escóndeme bajo tus alas, pues los que quieren matarme ya me tienen rodeado.
¿Quiénes son los enemigos del hombre? ¿Quines son los que asedian su vida para llevarlo a juicio y casarlo como una presa? Al hombre de poder lo asedian los que quieren arrebatarle su trono. Al hombre de fe lo asedian quienes quieren apartarlo de la presencia de Dios. Al ministro lo asedia quien quiere sacarlo de su ministerio, mandarlo a la bodega de los cachivaches. A la mujer de Dios la asedian quienes quieren hacerla caer en sus debilidades. A los jóvenes les asedian sus pasiones y sus ilusiones. A veces la flojera y la abulia quieren hacerles caer para que bajen la guardia y no sigan luchando por el reino. A los varones nos asedia el deseo de demostrar nuestra virilidad y poder. Y eso nos torna violentos y mal pensados, con pensamientos de muerte.

Nos asedian los medios de comunicación con sus mensajes de muerte. Nos asedia el temor a ser nosotros mismos y entonces caemos en la trampa de ser como otros quieren que seamos: algunos dicen que nos falta fe, otros conocimiento bíblico, otros poder o consagración. Es fácil criticar y meterse en la vida de los demás. Lo mejor es que cada quien sea responsable delante de Dios de sus propios pensamientos. Y para eso es necesario orar.

David ora pidiéndole a su Señor que lo cuide y que de esa manera le demuestre que lo ama. No hay una forma mejor de demostrar el amor que cuidar a la persona amada. Cuidarnos y cuidar a los otros, es vivir y dar a conocer el amor de Dios. Una iglesia que ama a Dios se cuida y cuida.

¿Cómo? Con la oración.
10 No tienen sentimientos; hablan sólo para ofenderme. 11 Me siguen muy de cerca; no dejan de vigilarme; quieren hacerme caer. 12 Parecen leones en su escondite, en espera de su presa. 13-14 ¡Vamos, Dios mío! ¡Enfréntate a ellos y derrótalos! ¡Echa mano a la espada y sálvame de esos malvados! ¡Sálvame con tu poder! ¡Sálvame de esta gente que todo lo tiene! Mándales todos los castigos que les tienes reservados, pero castiga también a sus hijos y a sus nietos. 15 Yo, por mi parte, he de quedar satisfecho cuando me declares inocente. ¡Despertar y verme en tu presencia será mi mayor alegría! BLS
La condición normal del soldado es vivir en el campo de batalla. Ningún cristiano está exento de ser asediado por el enemigo. Es testimonio de que está en el campo de batalla. Tener fe en Dios, ser un seguidor de Jesús es despertar los asedios del mundo. Desde siempre los incrédulos tratan de desacreditarnos y de hacernos caer en sus emboscadas. Son constantes en importunarnos. Es decir, son como un “cuchillito de palo”.

No se trata de vivir con delirios de persecución o de cuidarnos hasta de nuestra propia sombra. Ya que en ocasiones la acusación viene de nuestra propia conciencia, cargada de un sentimiento de culpabilidad que asedia y no deja dormir.

El acusador lanza sus dardos de fuego en contra de nuestra integridad. En ocasiones nos percibimos con delirio de persecución. Por eso clamamos al juicio de Dios. Sólo él es objetivo, sólo él nos conoce como realmente somos. Sólo él equilibra su mirada de justicia con su mirada de amor. No distorsiona nuestra realidad, la transforma. Dios nos visita en la noche, cuando el sueño deja salir todo lo que hay en nuestra conciencia y sin mediaciones afloran nuestras realidades más profundas. ¿Qué dice de nosotros nuestro sueño? Solamente Dios lo sabe. Pero David echa mano de su integridad cuando se siente sentado en el banquillo de los acusados. No está planeando en hacerle mal a nadie, no dice obscenidades ni se le puede acusar de ser una persona violenta.

Pero al juicio de los impíos le siguen acciones en nuestra contra, como la condena que emite un juez para que el reo sea castigado. ¿Qué castigo nos infligen?: la ley del hielo, violencia verbal, castigo físico, repudio, rechazo. Lo que buscan es que caigas en sus propias redes.

Orar cambia nuestro sueño.

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